UNA HISTORIA PARA IMITAR

 

Colaboración  de Federico Cavada Kuhlmann

 

Los jóvenes han tenido siempre un papel importante en el desarrollo de la historia de la humanidad y Chile no está ajeno a ese protagonismo juvenil. Durante varios años, cientos de muchachos provenientes de la educación secundaria –hoy media- y universitarios, dieron vida a un gran esfuerzo colectivo destinado a ir en ayuda o colaborar con otros sectores de la sociedad. Los trabajos voluntarios llevaron a miles y miles de estudiantes a distintos lugares del país para construir caminos, viviendas, escuelas o enseñar a leer o a dar asesoría a los campesinos. Mil actividades que les hacían comprometerse con el futuro de su país. Entre esas actividades también estuvieron la prevención y combate de los incendios forestales, que se dio mediante la creación de las Brigadas Voluntarias Forestales.

 

El presidente Eduardo Frei Montalva siempre interesado en la participación juvenil, había creado la Asesoría de la Juventud que ejercía Marco Antonio Rocca, mediante la cual se crearon múltiples canales de actividades participativas de los jóvenes, entre ella la Oficina Nacional del servicio Voluntario (ONSEV).

 

La historia de las Brigadas Voluntarias Forestales se inicia en la segunda mitad de 1968, mediante un convenio entre la Oficina Nacional del Servicio Voluntario del Ministerio de Educación, el Servicio Agrícola y Ganadero y la recién creada Asociación Chilena de Voluntarios que había nacido en agosto.

 

 

EL GRAN INCENDIO DE GÓMEZ CARREÑO

Como toda historia, ésta tiene un comienzo que le da un sabor especial y que además marca indeleblemente el espíritu juvenil de la época.

Ese año, el día 26 de Enero de 1968, cuando ya había terminado el Derby de Viña del Mar que ganó Laviatan -tradicional competición hípica que se corre en el Sporting Club de esa ciudad desde 1882-, los aseadores del Sporting juntaron los boletos arrojados al suelo y otros desperdicios que quedaron dispersos y los quemaron.

 

Gómez Carreño desde la carretera

 

 

 

 

Las llamas pronto tomaron fuerte incremento y el tradicional viento sur de la región se encargó rápidamente de hacer volar los papeles inflamados y los llevó en raudo planeo hasta árboles del cercano Granadilla Country Club.

 

Desde los árboles del Granadilla, el mismo viento llevó el fuego a pastizales vecinos, densamente poblados por la teatina, una planta gramínea cuya paja a veces se emplea para hacer sombreros-, muy abundante. Este pasto seco, es altamente peligroso en caso de incendio, rápidamente las llamas avanzaron por Santa Inés y la llegada de la noche hizo imposible combatir el inicio del incendio forestal en ciernes.

 

El día lunes las cosas cambiaron radicalmente y las llamas –dadas las condiciones atmosféricas imperantes, viento y calor-, arrasaron rápidamente con los bosques y los pastizales. Quienes habían iniciado el combate del incendio –fundamentalmente dotaciones de Bomberos de Viña y Valparaíso-, se encontraron con serias dificultades para el combate por la falta de agua de que sufrían los sectores altos.

 

 

 

 

El fuego se hizo imparable y rápidamente atravesó el camino y se precipito sobre las casas de la Población Gómez Carreño. Las llamas arrasaron con 142 viviendas de la población, cuyos moradores eran principalmente funcionarios de la Armada y de Carabineros. Al combate se había sumado personal de esas dos fuerzas y voluntarios de la Defensa Civil.

 

 

 

 

Pronto el incendio se había propagado a otras poblaciones de Viña del Mar, las condiciones eran tan dramáticamente difíciles que el propio Subsecretario del Ministerio del Interior, Enrique Kraus, se trasladó a Viña para dirigir las operaciones desde el mismo lugar del siniestro, ubicando su cuartel general en la Escuela de Ingeniería.

 

 

Las 142 casas incendiadas dejaron el saldo de 688 personas damnificadas, algunos heridos y grandes pérdidas económicas por parte de los habitantes del lugar.

Todo el mundo temía que el incendio –que no podía ser controlado aún- se extendiera todavía más y alcanzara los polvorines de la marina que estaban ubicados en Las Salinas. Ese temor hizo que el Comandante de la Primera Zona Naval ordenara el acuartelamiento general del personal de la marina y enviara un gran número de tropa a proteger los polvorines. A esta altura del desarrollo del acontecimiento había casi 1.000 hombres trabajando para controlar el fuego.

 

Encadenados con ese incendio, en esos mismos días se produjeron los que mencionamos de la parte alta de Viña del Mar, uno muy grande en Quillota y otro en Limache.

 

 

 

 

 

Vista panorámica del incendio de Gómez Carreño

 

 

 

 

 

 

LA ZONA DE PELIGRO DE INCENDIOS Y LA FUNDACIÓN DE LAS BVF

 

Valparaíso y sus alrededores es considerada la zona más peligrosa del país en materia de incendios forestales por sus condiciones geográficas, atmosféricas, de flora , fauna y poblacionales. Valparaíso presenta la desventaja de contar con profundas quebradas entre sus cerros,  verdaderas chimeneas -también basurales- naturales, y el viento sur que, por lo común, arrecia a media tarde. El incendio de Gómez Carreño marcó –incuestionablemente- un antes y un después.

 

Vladimir Álvarez Sanhueza, Director de la Oficina Nacional del Servicio Voluntario, venía –con su personal-, desde hacia una tiempo trabajando con el Servicio Agrícola y Ganadero en proyectos de voluntariado. La tragedia de Gómez Carreño hizo que ese tema fuera discutido por ambas entidades. Pronto se fue delineando un proyecto destinado a trabajar en la prevención de los incendios forestales, tomando como centro de operaciones las provincias de Aconcagua y Valparaíso que conformaban una zona del SAG,  por entonces dirigida por el Ingeniero Agrónomo René Rosatti.

 

Cuando en Agosto de ese año se funda la Asociación Chilena de Voluntarios ésta comienza a participar de este proyecto y es cuando se decide no sólo hacer la prevención, sino que enfrentar el combate de los incendios. Así se planificaron las Brigadas Voluntarias Forestales como una respuesta a la catástrofe de Gómez Carreño.

 

El primer proyecto contempló la incorporación de estudiantes de secundaria –media hoy- de la provincia de Valparaíso, los que prestarían servicio en forma permanente a partir del 2 de Enero con régimen paramilitar, en tres campamentos en el Parque Nacional de Peñuelas, en Puchuncaví y en Quillota, para de esa manera tener cubierta medianamente bien la provincia. La planificación contempló las etapas de reclutamiento, capacitación y entrenamiento en servicio, y finalmente la evaluación.

 

Se designó responsable del proyecto a Federico E. Cavada Kuhlmann, funcionario de ONSEV. Este funcionario se encargó de buscar un asistente, el que encontró en Quillota, su nombre, David Donoso. En ese tiempo se definió la forma operativa de los voluntarios dividiéndolos en Brigadas compuesta por 12 muchachos, con un Jefe de Brigada y un Jefe de Patrulla. La idea fue que realizaran dos tareas básicas. Una era el patrullaje para hacer tareas de prevención y la otra era el combate de los incendios.

 

Comenzó a ser aplicado desde octubre de 1968 con el reclutamiento de voluntarios. Para ello el encargado recorrió liceos, escuelas técnicas y otros establecimientos educacionales de ciudades como Llay Llay, Quintero, La Calera, Quillota, Casablanca, Valparaíso y Viña del Mar.

 

A comienzos de diciembre los voluntarios seleccionados se reunieron en Peñuelas y se inició la etapa de adiestramiento y capacitación–incluida la observación aérea-. Sus profesores fueron personal del SAG, específicamente de la División Forestal, gente de la ACHV, de la ONSEV y voluntarios del Peace Corp (U.S.A.), como Ed Welch,  Richard Hildner, Franck Mc Murray y Greg Wilson -el padre de Wilson era el Jefe de Protección del Estado Washington-, todos ellos miembros del Forest Service, paracaidistas forestales, observadores aéreos y cartógrafos -además de combatientes terrestres-, que fue sobre las materias que enseñaron a los jóvenes voluntarios chilenos.

 

El 2 de Enero de 1969 se instalaron dos Brigadas en Peñuelas, una en la Escuela Pública de Puchuncaví y dos en la Escuela Pública de Quillota, frente a la Escuela de Caballería de esa ciudad. Los campamentos, instalados allí contaban con un régimen de internado y un estricto horario de actividades que se iniciaba a las 7 de la mañana. Una vez por semana dos voluntarios de cada BVF, tenían un día libre de forma rotativa, de manera que nunca la Brigada contaba con menos de 10 efectivos.

 

El duro año de 1968 se había despedido con un incendio en Playa Ancha, que se inició en un almacén de ese lugar y que el viento trasportó rápidamente al bosque aledaño, devastando la parte alta de Valparaíso y creando un verdadero cinturón de fuego.

 

El Año Nuevo se inicio el 1º de Enero con uno en la parte alta de Rodelillo, cerca del aeródromo, producto del fuego que el viento había traído desde Playa Ancha. Allí fue el bautismo de fuego las BVF de Peñuelas que iniciaron sus actividades el día 2 de Enero. Teatro de su accionar –al que se sumaron después las BVF de los otros campamentos- fue Forestal, Las Achupallas, Reñaca, Recreo Alto, y Santa Julia. Trabajaron codo a codo con las patrullas de Carabineros  y Bomberos, mientras actuaban los cuatro aviones bombarderos de 4.500 litros de capacidad cada uno, que el Gobierno había contratado en Canadá.

 

Los jóvenes chilenos habían dado vida al más importante esfuerzo civil para combatir y controlar los incendios forestales en Chile

 

 

                                                                               

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